Volvamos a las armas.
A ocupar las trincheras.
Derrotemos a la hipocresía
y a la ignorante risa del tirano.
Derrotemos al hambre
y al alambre
que cruza de norte a sur una
frontera.
Volvamos a las armas
sin dudarlo un momento.
A disparar sonrisas de niño
y consejos de viejo,
ojos de muchacha enamorada
y melena al viento.
Es preciso esta guerra
que seguro ganamos si nadie queda
fuera.
Derrotemos los sueños que nunca se
cumplieron.
Derrotemos al necio que cree
que la vida tiene precio.
Derrotemos a la muerte no vivida.
Derrotemos las calles donde duerme
un mendigo.
Derrotemos los juegos no jugados,
los libros no leídos,
los besos nunca dados que abrazan
tus olvidos.
Disparemos palabras cargadas de
optimismo.
Disparemos compases de cualquier
melodía.
Disparemos la luna
aunque sea de día.
Disparemos un viento nunca
huracanado
que en forma de suspiro
nos convierta en humanos.
Disparemos la inocencia en dosis
exactas
y que solo nos hiera
para poder desangrarnos de otoño y
primavera.
Volvamos a las armas.
A ocupar las trincheras.
La batalla comienza
cuando tú quieras.
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