No guardéis los sueños en cajas de
cartón
ni en botellas de cristal siempre
cerradas.
No guardéis los sueños en armarios
o cajones
ni en las veredas de matorral no
paseadas.
No los guardéis aunque la tarde
fría
anuncie una oscuridad desoladora,
ni en los anuncios de neón que no
funcionan,
ni en la estación cerrada del tren
que no regresa.
No guardéis los sueño en las
plazas,
ni en febrero,
ni en la mirada del hombre con
sombrero
que escucha las noticias de las
doce.
No los guardéis en un patio de
colegio abarrotado
de niños que anteceden un futuro,
ni en la carrera del corredor ya
derrotado
que cruzará la meta tan solo cuando
muera,
Guardadlos en una rama o una teja.
En un plato de comida para el otro.
Guardad los sueños en el rayo de
sol que llega justo
cuando cae la última pared de un
terremoto.
Guardadlos sin cerrar y nunca
atados
porque los sueños cautivos no son
sueños
y solo se harán realidad cuando el
sombrero
del hombre que escucha las noticias
de las doce
se despoje de su cerebro y en el
abismo
os deis cuenta que ese hombre
sois vosotros mismos.
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